Las persecuciones contra los cristianos se producen en la mayor parte de los casos en países de mayoría islámica. Iglesias incendiadas y profanadas en Indonesia, pueblos y escuelas cristianas destruidos en Nigeria, conversiones forzosas al Islam en los campos de refugiados de Sudán, fieles asesinados en Egipto, misioneros secuestrados y masacrados en el sur de Filipinas o material religioso requisado en Arabia Saudita
CAMILLE EID
En muchos lugares proclamar la fe cristiana equivale a arriesgar la vida. La masacre de 18 fieles paquistaníes en el interior de la iglesia de Santo Domingo en Bahawalpur, el pasado 28 de octubre, es tan sólo el último episodio de una tácita persecución que viene de lejos en Pakistán, hoy indispensable aliado de Occidente en la guerra contra el terrorismo. Allí se asiste, de hecho, desde hace años a una adecuación de la ley islámica a las instituciones del país. Los cristianos denuncian en particular algunas disposiciones del Código Penal, como la Ley sobre la Blasfemia, que castiga con pena de muerte a quienquiera que sea acusado de ofender a Mahoma y condena a cadena perpetua a todo el que ofenda el Corán. A pesar de las garantías sobre la tutela de los derechos de las minorías, los abusos de esta ley por parte de individuos o grupos radicales islámicos son frecuentes. En 1998, en señal de protesta contra la condena a muerte de un joven católico, el obispo de Faisalabad, John Joseph, se disparó un tiro en la cabeza tras haber dirigido una vigilia de oración contra un poder opresivo disfrazado de motivos religiosos. La decisión del general Musharraf de contener “los abusos” en la aplicación de la ley que se han comprobado, ha provocado las protestas de algunos dirigentes musulmanes. La voz de ciertos religiosos resonaba como un trueno: «La maldición de Alá caerá sobre quien ose enmendar la ley».
Desde luego, atrocidades no faltan. En mayo de 2000, algunos hombres enmascarados detuvieron un furgón cerca de Lahore con trabajadoras obreras que regresaban de su trabajo y separaron a las cristianas de las musulmanas. Entre las primeras había ocho muchachas que fueron violadas repetidamente bajo la amenaza de las armas. Sucesivamente se logró arrestar a los culpables, que resultaron ser miembros de Lakshar-e-Taiba, una organización integrista musulmana. Antes del proceso, Ashiq Masih, tío de una de las víctimas, fue detenido por cuatro hombres que lo golpearon y amenazaron de muerte si no retiraba la denuncia.
Más trágica aún es la situación de los 40 millones de cristianos que viven en Nigeria. Masacres y asesinatos están a la orden del día en el norte del país. En esa zona una veintena de estados regionales (Zamfara, Sokoto, Kano) han introducido o piensan introducir la ley coránica. Las tensiones desembocaron a finales de febrero de 2000 en enfrentamientos en la ciudad de Kaduna y en el estado de Abia, con el resultado de unos mil muertos, entre ellos muchos religiosos. El portavoz de la diócesis de Kaduna, Peter Yakubu, afirma que los extremistas habían ofrecido una recompensa de 100.000 nairas (alrededor de mil dólares) por la cabeza de cada sacerdote: fueron asesinados tres párrocos, ocho seminaristas y 38 pastores de varias iglesias protestantes, entre los cuales se encontraba el padre Clement Ozi Bello, de 26 años, un converso del islam. Enfrentamientos que se retoman con mayor o menor fuerza tras las incursiones aéreas americanas contra los talibanes afganos y que han dejado centenares de víctimas inocentes.
En el sur de Filipinas también está apunto de estallar un nuevo conflicto. El Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN) amenaza con romper el acuerdo alcanzado en 1998 con el Gobierno de Manila, para retomar su guerra por la independencia de las regiones meridionales, donde se halla concentrada la minoría musulmana. Pero el grupo terrorista de Abu Sayyaf actúa ya hace tiempo contra los cristianos de la zona. En abrilde 2000 decapitaron a dos profesores cristianos, escogidos entre 29 católicos secuestrados de dos escuelas de la provincia de Basilan. Para liberar a los rehenes, los terroristas habían exigido - además de la excarcelación de un jefe suyo detenido en los EEUU - la prohibición de las cruces en la isla de Mindanao, donde reivindican la creación de un estado islámico independiente. Pocos meses después, los rebeldes islámicos del grupo raptaron nuevamente a 21 cristianos de la provincia de Lanar del Sur, masacrándolos en el interior de una mezquita.
Se encuentra en peligro también la secular convivencia islámico-cristiana en Egipto, donde el año del jubileo se inauguró del peor modo posible. Un enfrentamiento entre dos comerciantes, uno copto y otro musulmán, que estalló en el pueblecito de Al- Kosheh, a 440 kilómetros del sur del Cairo, degeneró en saqueos que se propagaron sucesivamente a los pueblos vecinos causando 25 muertos, todos ellos cristianos. En este país, donde el islam es la religión del Estado, la igualdad de “todos los ciudadanos ante la ley”, proclamada por la Constitución, es con frecuencia teórica y los cristianos tienen difícil acceso a los puestos claves y encuentran muchas dificultades para edificar o restaurar iglesias. El Alto Egipto, el área de mayor concentración de cristianos, es la misma donde actúan los integristas islámicos: más de 1400 muertos desde 1992, de los que, al menos, 160 eran coptos. Los atentados suelen dirigirse contra funcionarios del Estado o turistas, pero afectan también a los cristianos del lugar. En 1997 un comando islámico asesinó a 12 cristianos dentro de la iglesia de Abu Qorqas y, tres semanas después, otro comando irrumpió en los negocios coptos de Nag Hammadi, disparando a bocajarro.
Menos conocida es la situación de los cristianos en otro país “amigo de Occidente”, Arabia Saudita, donde todo culto religioso que no sea musulmán, incluso las prácticas privadas, se considera furtivo. Los más afortunados de entre los 600.000 cristianos inmigrantes en el reino deben recurrir a ámbitos extraterritoriales, como las embajadas, para poder reunirse. Aquellos a quienes sus representaciones diplomáticas niegan tal oportunidad, se ven obligados a formar grupos clandestinos de oración o de estudio de la Biblia, que se reúnen en casas privadas. Obviamente, nadie participa en estas reuniones sin correr un riesgo, porque la policía religiosa siempre está al acecho. El último suceso habla del arresto de 16 filipinos (entre ellos, cinco niños) que fueron sorprendidos leyendo y comentando la Sagrada Escritura en un apartamento de Riad.
La introducción de la Ley Islámica en 1983 supuso el primer acto de islamización “desde las altas esferas” en Sudán. El gobierno militar del general Omar-al-Bashir, que llegó al poder en 1989 mediante un golpe de estado favorecido por el Frente Nacional Islámico de Asan al-Turabi, llama “jihad” a la guerra que enfrenta al norte, musulmán, con el sur, cristiano y animista. Las atrocidades y discriminaciones que han sufrido los cristianos en 18 años de guerra son innumerables: desde la fustigación y posterior crucifixión de cuatro catequistas de la diócesis de Rumbeck por su negativa a convertirse al Islam, hasta el rapto de los niños de la etnia Toposa para ser encauzados en un programa de educación islámica, e incluso, la reducción a la esclavitud de miles de fieles cristianos. En enero de 1999, la asociación suiza, Chistian Solidarity International “compró” y liberó a 1.050 sudaneses, pagando a los traficantes musulmanes un “precio” medio correspondiente a 50 euros por persona.
La guerra civil que estalló en 1992 en Argelia ha afectado muy de cerca a la minoría cristiana. Diecisiete sacerdotes y monjas que decidieron quedarse para testimoniar el mensaje del amor en este país de mayoría musulmana han pagado el tributo de sangre. Tras estos nuevos mártires, cuatro misioneros del padre Bianchi fueron brutalmente masacrados en Tizi Ouzou, a finales de 1994. Siete monjes trapenses del monasterio deTiberine fueron raptados y decapitados por la GIA en marzo de 1993, y hasta el mismo obispo de Orán, monseñor Pierre Clavarie, conocido como “el obispo de los musulmanes” por su pasión por el diálogo con el Islam, fue asesinado mediante una bomba en agosto de 1996.
También en Indonesia las tensiones políticas y sociales, que culminaron con la guerra de la independencia de Timor Oriental, desembocaron en un áspero conflicto entre musulmanes y cristianos. Se calcula que en las Molucas, donde los cristianos constituyen la mayoría de la población, fueron asesinadas 5.000 personas en dos años y el número de dispersados asciende a medio millón. Los movimientos que luchan por imponer la shari’a islámica en el país de la Pancasila, la doctrina oficial multirreligiosa, no ahorran medio alguno en alimentar el miedo de los cristianos y hacer que el conflicto “interreligioso” se torne aún más disgregador y llame más la atención, desde del envío de voluntarios muyahidines contra la independencia de Timor Oriental hasta las serie de explosiones que acontecieron la víspera de la pasada Navidad y que dañaron numerosas iglesias de la capital, entre ellas, la catedral católica, causando 14 muertos y decenas de heridos.
Source: HUELLAS Revista internacional del movimiento de Comunión y liberación
CAMILLE EID
En muchos lugares proclamar la fe cristiana equivale a arriesgar la vida. La masacre de 18 fieles paquistaníes en el interior de la iglesia de Santo Domingo en Bahawalpur, el pasado 28 de octubre, es tan sólo el último episodio de una tácita persecución que viene de lejos en Pakistán, hoy indispensable aliado de Occidente en la guerra contra el terrorismo. Allí se asiste, de hecho, desde hace años a una adecuación de la ley islámica a las instituciones del país. Los cristianos denuncian en particular algunas disposiciones del Código Penal, como la Ley sobre la Blasfemia, que castiga con pena de muerte a quienquiera que sea acusado de ofender a Mahoma y condena a cadena perpetua a todo el que ofenda el Corán. A pesar de las garantías sobre la tutela de los derechos de las minorías, los abusos de esta ley por parte de individuos o grupos radicales islámicos son frecuentes. En 1998, en señal de protesta contra la condena a muerte de un joven católico, el obispo de Faisalabad, John Joseph, se disparó un tiro en la cabeza tras haber dirigido una vigilia de oración contra un poder opresivo disfrazado de motivos religiosos. La decisión del general Musharraf de contener “los abusos” en la aplicación de la ley que se han comprobado, ha provocado las protestas de algunos dirigentes musulmanes. La voz de ciertos religiosos resonaba como un trueno: «La maldición de Alá caerá sobre quien ose enmendar la ley».
Desde luego, atrocidades no faltan. En mayo de 2000, algunos hombres enmascarados detuvieron un furgón cerca de Lahore con trabajadoras obreras que regresaban de su trabajo y separaron a las cristianas de las musulmanas. Entre las primeras había ocho muchachas que fueron violadas repetidamente bajo la amenaza de las armas. Sucesivamente se logró arrestar a los culpables, que resultaron ser miembros de Lakshar-e-Taiba, una organización integrista musulmana. Antes del proceso, Ashiq Masih, tío de una de las víctimas, fue detenido por cuatro hombres que lo golpearon y amenazaron de muerte si no retiraba la denuncia.
Más trágica aún es la situación de los 40 millones de cristianos que viven en Nigeria. Masacres y asesinatos están a la orden del día en el norte del país. En esa zona una veintena de estados regionales (Zamfara, Sokoto, Kano) han introducido o piensan introducir la ley coránica. Las tensiones desembocaron a finales de febrero de 2000 en enfrentamientos en la ciudad de Kaduna y en el estado de Abia, con el resultado de unos mil muertos, entre ellos muchos religiosos. El portavoz de la diócesis de Kaduna, Peter Yakubu, afirma que los extremistas habían ofrecido una recompensa de 100.000 nairas (alrededor de mil dólares) por la cabeza de cada sacerdote: fueron asesinados tres párrocos, ocho seminaristas y 38 pastores de varias iglesias protestantes, entre los cuales se encontraba el padre Clement Ozi Bello, de 26 años, un converso del islam. Enfrentamientos que se retoman con mayor o menor fuerza tras las incursiones aéreas americanas contra los talibanes afganos y que han dejado centenares de víctimas inocentes.
En el sur de Filipinas también está apunto de estallar un nuevo conflicto. El Frente Moro de Liberación Nacional (FMLN) amenaza con romper el acuerdo alcanzado en 1998 con el Gobierno de Manila, para retomar su guerra por la independencia de las regiones meridionales, donde se halla concentrada la minoría musulmana. Pero el grupo terrorista de Abu Sayyaf actúa ya hace tiempo contra los cristianos de la zona. En abrilde 2000 decapitaron a dos profesores cristianos, escogidos entre 29 católicos secuestrados de dos escuelas de la provincia de Basilan. Para liberar a los rehenes, los terroristas habían exigido - además de la excarcelación de un jefe suyo detenido en los EEUU - la prohibición de las cruces en la isla de Mindanao, donde reivindican la creación de un estado islámico independiente. Pocos meses después, los rebeldes islámicos del grupo raptaron nuevamente a 21 cristianos de la provincia de Lanar del Sur, masacrándolos en el interior de una mezquita.
Se encuentra en peligro también la secular convivencia islámico-cristiana en Egipto, donde el año del jubileo se inauguró del peor modo posible. Un enfrentamiento entre dos comerciantes, uno copto y otro musulmán, que estalló en el pueblecito de Al- Kosheh, a 440 kilómetros del sur del Cairo, degeneró en saqueos que se propagaron sucesivamente a los pueblos vecinos causando 25 muertos, todos ellos cristianos. En este país, donde el islam es la religión del Estado, la igualdad de “todos los ciudadanos ante la ley”, proclamada por la Constitución, es con frecuencia teórica y los cristianos tienen difícil acceso a los puestos claves y encuentran muchas dificultades para edificar o restaurar iglesias. El Alto Egipto, el área de mayor concentración de cristianos, es la misma donde actúan los integristas islámicos: más de 1400 muertos desde 1992, de los que, al menos, 160 eran coptos. Los atentados suelen dirigirse contra funcionarios del Estado o turistas, pero afectan también a los cristianos del lugar. En 1997 un comando islámico asesinó a 12 cristianos dentro de la iglesia de Abu Qorqas y, tres semanas después, otro comando irrumpió en los negocios coptos de Nag Hammadi, disparando a bocajarro.
Menos conocida es la situación de los cristianos en otro país “amigo de Occidente”, Arabia Saudita, donde todo culto religioso que no sea musulmán, incluso las prácticas privadas, se considera furtivo. Los más afortunados de entre los 600.000 cristianos inmigrantes en el reino deben recurrir a ámbitos extraterritoriales, como las embajadas, para poder reunirse. Aquellos a quienes sus representaciones diplomáticas niegan tal oportunidad, se ven obligados a formar grupos clandestinos de oración o de estudio de la Biblia, que se reúnen en casas privadas. Obviamente, nadie participa en estas reuniones sin correr un riesgo, porque la policía religiosa siempre está al acecho. El último suceso habla del arresto de 16 filipinos (entre ellos, cinco niños) que fueron sorprendidos leyendo y comentando la Sagrada Escritura en un apartamento de Riad.
La introducción de la Ley Islámica en 1983 supuso el primer acto de islamización “desde las altas esferas” en Sudán. El gobierno militar del general Omar-al-Bashir, que llegó al poder en 1989 mediante un golpe de estado favorecido por el Frente Nacional Islámico de Asan al-Turabi, llama “jihad” a la guerra que enfrenta al norte, musulmán, con el sur, cristiano y animista. Las atrocidades y discriminaciones que han sufrido los cristianos en 18 años de guerra son innumerables: desde la fustigación y posterior crucifixión de cuatro catequistas de la diócesis de Rumbeck por su negativa a convertirse al Islam, hasta el rapto de los niños de la etnia Toposa para ser encauzados en un programa de educación islámica, e incluso, la reducción a la esclavitud de miles de fieles cristianos. En enero de 1999, la asociación suiza, Chistian Solidarity International “compró” y liberó a 1.050 sudaneses, pagando a los traficantes musulmanes un “precio” medio correspondiente a 50 euros por persona.
La guerra civil que estalló en 1992 en Argelia ha afectado muy de cerca a la minoría cristiana. Diecisiete sacerdotes y monjas que decidieron quedarse para testimoniar el mensaje del amor en este país de mayoría musulmana han pagado el tributo de sangre. Tras estos nuevos mártires, cuatro misioneros del padre Bianchi fueron brutalmente masacrados en Tizi Ouzou, a finales de 1994. Siete monjes trapenses del monasterio deTiberine fueron raptados y decapitados por la GIA en marzo de 1993, y hasta el mismo obispo de Orán, monseñor Pierre Clavarie, conocido como “el obispo de los musulmanes” por su pasión por el diálogo con el Islam, fue asesinado mediante una bomba en agosto de 1996.
También en Indonesia las tensiones políticas y sociales, que culminaron con la guerra de la independencia de Timor Oriental, desembocaron en un áspero conflicto entre musulmanes y cristianos. Se calcula que en las Molucas, donde los cristianos constituyen la mayoría de la población, fueron asesinadas 5.000 personas en dos años y el número de dispersados asciende a medio millón. Los movimientos que luchan por imponer la shari’a islámica en el país de la Pancasila, la doctrina oficial multirreligiosa, no ahorran medio alguno en alimentar el miedo de los cristianos y hacer que el conflicto “interreligioso” se torne aún más disgregador y llame más la atención, desde del envío de voluntarios muyahidines contra la independencia de Timor Oriental hasta las serie de explosiones que acontecieron la víspera de la pasada Navidad y que dañaron numerosas iglesias de la capital, entre ellas, la catedral católica, causando 14 muertos y decenas de heridos.
Source: HUELLAS Revista internacional del movimiento de Comunión y liberación
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