Tuesday, October 23, 2007

¿Kamikazes y mártires?

Autor: P. Luis Alfonso Orozco
¿Kamikazes y mártires? Entre los mártires cristianos y los kamikazes musulmanes o de cualquier ideología no existe analogía ni identidad posible

¿Kamikazes y mártires?

Kamikaze
La palabra Kamikaze deriva del vocablo japonés kami, que significa o representa la parte superior de cualquier cosa.
Los pilotos kamikazes japoneses al mando de sus célebres cazas “Zero” se volvieron famosos durante la Segunda Guerra mundial por sus ataques suicidas contra los buques de guerra norteamericanos en el Pacífico. Aquellos jóvenes pilotos eran conscientes de que estaban cumpliendo una alta misión de guerra cuando despegaban de las pistas japonesas rumbo a la muerte, pues el suyo era un vuelo sin retorno. Cuando avistaban las naves del enemigo atacaban con decisión, arrojándoles todos sus proyectiles y una vez que se les agotaban, volvían sus propios “Zero” contra la nave. Sabían que mientras más daño inflingieran al enemigo más gloriosa resultaría su hazaña.
El gesto de los pilotos japoneses impresionó tanto la sensibilidad occidental, que el término Kamikaze desde entonces ha venido a formar parte de nuestra cultura y lenguaje. Hoy se denomina un kamikaze al que lleva a cabo una acción suicida matando al mismo tiempo a otros inocentes.
Los kamikazes musulmanes no son mártires
Buena parte de la opinión pública enjuicia las cosas de manera bastante superficial, basándose en el “se dice” y en todo aquello que divulgan los omnipresentes medios de comunicación de masas.
Esto tiene consecuencias importantes, pues al renunciar a hacer uso de la propia inteligencia para leer dentro de las cosas y de los sucesos, entonces se genera la confusión en las ideas que se expande como epidemia global. Un ejemplo reciente es el modo equívoco e inapropiado con que muchos periodistas, sociólogos, políticos y gente de la calle llaman “mártires” a los militantes islámicos, los kamikazes embutidos de explosivos, que siembran la muerte y el horror en Palestina, África y otras regiones del Oriente.
La simpleza y superficialidad con que se les denomina “mártires” del Islam hace que muchos piensen que el suicida, el kamikaze, sea llanamente equiparable con el mártir cristiano. Sin embargo, nada está más lejos de la realidad. Entre los mártires cristianos y los kamikazes musulmanes o de cualquier ideología no existe analogía ni identidad posible; emplear el mismo término indistintamente es un lamentable equívoco del lenguaje que genera la confusión y el empobrecimiento de las ideas.
Sabido es que hay términos análogos, unívocos y equívocos. Por ello es una equivocación garrafal llamar mártir al musulmán que se suicida haciéndose explotar y matando inocentes consigo, del mismo modo como se llama al mártir cristiano que ofrece su vida en un gesto de amor y perdonando a sus verdugos. No hay analogía posible entre uno y otro, pues se trata de realidades opuestas. Un suicida no es un mártir. A cada cosa se le debe llamar por su nombre: “al pan, pan y al vino, vino” como reza la vieja sabiduría castellana. No les llamemos, entonces, mártires sino lo que son en verdad: terroristas suicidas.
El mártir cristiano es un imitador de Jesucristo, quien enseñó con su Palabra y con su ejemplo el modo más elevado del amor: “Nadie tiene un amor más grande que aquel que da la vida por el amigo”. El motivo del mártir cristiano es el amor, pues toma como modelo a Jesús que ofrece su vida por la salvación de la humanidad.
El suicida o kamikaze -sea musulmán o no- decide morir porque piensa que su inmolación representa un bien para su causa y un gesto heroico digno de imitar por otros seguidores. Es cierto que se puede inspirar en motivos culturales y políticos, como el ideal de una patria libre, pero en el fondo actúa movido por un odio impecable contra su enemigo. El kamikaze musulmán está en la creencia de que su sacrificio será compensado con un paraíso de placeres y un harem de muchachas esperándole. Esto es un error invencible que está fijo en la mentalidad del combatiente musulmán, porque actúa bajo los dictámenes de la Yihad o guerra santa para los musulmanes. Sólo habría qué preguntarse acerca de la recompensa que según esto recibirán las mujeres musulmanas que se han inmolado: ¿es la misma que para los varones?
El mártir cristiano se sitúa en un plano completamente diverso. No se mata ni mata a nadie, sino que acepta libremente perder la vida para mantenerse fiel a Jesucristo. Su gesto le convierte en “testigo” (es el significado de mártir) del amor más grande. No del odio que destruye, pues Cristo nos mandó también amar a los enemigos.
El kamikaze inspira su gesto fatal en la ley del talión, y se cree justificado a emplear la violencia salvaje contra inocentes para aterrar y desesperar al enemigo de su causa. Su causa es una causa inspirada por el odio. El mártir cristiano inspira su acción en el amor, y tiene la certeza de que su sangre generosa sirve para fortalecer la fe de sus hermanos. Tertuliano los dejó condensado en una frase célebre: “La sangre de los mártires es semilla de vida cristiana”. Al mártir le quitan la vida, mientras que el kamikaze muere asesinando inocentes. El mártir muere perdonando a sus perseguidores; el kamikaze muere odiando a quienes acusa de opresores. El kamikaze deja un mensaje de venganza, de odio y desesperación; una espiral de violencia que genera más violencia. El mártir cristiano deja un mensaje de amor, de reconciliación y de perdón.
Sólo el amor y el perdón -nunca el odio- pueden mejorar el mundo. Los mártires cristianos son una expresión de este amor más grande, a imitación de Jesucristo, el rey de los mártires.
Juicio de la antropología cristiana sobre el martirio
La Iglesia católica siempre ha rechazado los excesos y el fanatismo. Una de las virtudes de la Iglesia a lo largo de la historia ha sido su capacidad de adaptarse a todos los hombres y culturas, porque basa sus enseñanzas en el conocimiento exacto de la naturaleza humana, que es la misma a pesar de que cambien los tiempos y circunstancias. La moral cristiana enseña a educar la parte inferior y a regularla con la parte superior bajo la dirección de la fe y la razón armonizadas. Esta cualidad ha permitido a la Iglesia caminar con paso seguro en medio de las corrientes antropológicas más opuestas y ha sabido encontrar la justa vía para la conducta humana en el equilibrio racional y no en los excesos de la pasión desaforada.
Esta moderación brilla con luz especial en los principios y en la conducta que la Iglesia ha seguido, como madre y maestra, en todo lo referente al martirio, de manera que sólo en los mártires cristianos se puede observar con verdad al tipo humano consciente, equilibrado, no exaltado, y lleno de fortaleza ante la prueba suprema del martirio. Pero es necesario aclarar, que el martirio es un don y una vocación que no es dada a todos los cristianos.

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